Mi condena...tu.

Y llego la noche...y el inexorable pasar del tiempo te trajo a mí, llegaste.

Y te vi ahí, de pie bajo el umbral de la puerta...y me gusto lo que vi, aquella imagen supero a la formada durante mis sueños, en mis fantasías...

De pie frente a ti, admire la belleza de lo que se ama, lo que se desea...entonces fui a tu encuentro en un nervioso intento de saludo que fue la mínima expresión de lo que verdaderamente quería hacer...lanzarme a tus brazos, y desee ser yo como deseabas tu que fuera...el blanco de las fantasías tuyas.

El roce de tu piel causo un desastroso efecto en mi y me perdí, me perdí en esos tus brazos tantas veces soñados, en esas tus manos que tanto veces quise que me tocaran...

Me perdí por completo, desde ese instante fui tuya, la luna por testigo tuve de que así fue.

Sabía por qué estaba ahí, no tenía más que un pensamiento en mi mente.. tenerte, te había deseado tanto...ya no te solté, no me soltaste tu...

Y bajo el brillo deslumbrante de la luna en tus brazos enloquecí, me hundí en la profundidad de tus ojos y quise con todas mis fuerzas que la noche fuera eterna, eterna para sentirte, para amarte, tu cuerpo estremeció al mío y mi sangre se agitó cual tormenta en un mar embravecido, y no pude más, me deje llevar y pude comprobar que los sueños a veces, se hacen realidad.

Te atrape en mis brazos, te bese, mil veces te bese...y me parecieron poco.

Quitamos todo aquello que pudiese impedir el disfrute de sentir piel con piel, y escuche la expresión de tu sentir, la agitación del momento creció y creció, recorrí tu cara con mis manos, tu cuerpo...cada milímetro de tu piel.

Experimente el tan deseado toque de tus manos hurgando hasta el último rincón de mi...y después...casi inconsciente ante tal manifestación del arte de amar, te sentí por completo, tu mío, yo tuya...y me condene.

Me condene a amarte siempre...dulce condena al fin.

Hoy pago mi condena...y no te tengo...

D.R. Edith Villanueva.